Sobre certámenes y concursos literarios
Soy
escritora y he participado en muchos, muchísimos certámenes literarios cuyos
frutos, a día de hoy, se resumen en ciento treinta y dos galardones, entre
primeros premios, segundos, terceros y accésits, algunos de relevancia en el
mundillo literario y otros más modestos; para mí, todos muy satisfactorios.
También he actuado, y lo sigo haciendo, como jurado de algunos concursos, así
que puedo garantizar cierto conocimiento del tema que hoy me ocupa: las bases,
en concreto alguna de ellas.
Se
exige en muchos casos una fotocopia del DNI, cuya información no aporta ningún
dato útil más allá del nombre y apellidos del concursante, porque incluso su
dirección puede no coincidir con la que figura en el carné. Excepto un detalle
que nos lleva a interpretaciones incómodas: la fecha de nacimiento. En algunos
formularios piden la edad sin recato alguno. Aparte los concursos dirigidos a
tramos concretos: niños, jóvenes, jubilados, etc., en los que se comprende la necesidad de dicha
especificidad, cuando la convocatoria se dirige a cualquier persona, incluso de
cualquier nacionalidad siempre que presente sus trabajos en castellano, me
surge una pregunta directa al presidente del jurado y al de la institución convocante:
¿qué puede importarles mi edad? ¿Hablamos de “edadismo”? Para su conocimiento,
un tal don Miguel mandó imprimir la
segunda parte de su universal “Quijote” a los sesenta y ocho años, otro don
Miguel, también de reconocido prestigio, publicó “El hereje” con setenta y ocho octubres
cumplidos y, por dejar constancia de tres de los grandes, el alemán Johann
Wolfgang Goethe, dio a luz la segunda parte definitiva de su obra “Fausto”
celebrados ya los ochenta y tres.
También
es muy frecuente encontrar la exigencia de que el texto presentado no concurra
a otros certámenes pendientes de fallo, incluso precisando que ni siquiera con
otro título. Esto supone paralizar las oportunidades de una obra, a menudo
durante largos meses. ¿No sería más lógico pedir que, en caso de que dicha obra
resultara premiada en otro certamen, se comunique su retirada? Queda la
posibilidad de saltarse esta norma, bajo el argumento de que las reglas
carentes de sentido común invitan a hacerlo.
Por el mismo camino, a un cortometraje o a una película,
galardonados, incluso con un premio prestigioso, se le permite concurrir a
otras competiciones y acumular medallas. ¿Por qué motivo a una novela o un
relato se le prohíbe?
Y por último, ¿se dan cuenta los organizadores de un certamen del problema que supone el desplazamiento, a veces de punta a punta del país? Me refiero a requerir la presencia de los agraciados, y aún de los nominados, en la entrega de premios, sin tener en cuenta las dificultades laborales, familiares o de otro tipo para viajar. Y ya cuando la cuantía del premio es irrisoria, esta base se cae por sí misma y la participación queda limitada a los aficionados a las letras de poco más que el concejo convocante. En los tiempos en los que la comunicación audiovisual en tiempo real es cotidiana, seamos coherentes.
Natural de Sotrondio (Asturias) escribo desde que tenía uso de razón. El primero de mis premios fue en la Librería Sol de mi pueblo. En el año 2000 empecé mi camino literario adulto. Cuento con cinco publicaciones y más de cien premios repartidos por toda España.
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