imagen de portada Relato cartas de amor

Aeternum

Decirte ‘querida’ en este tiempo, o ‘cómo estás’ en este ahora, es ahuecar, en estas letras, las palabras de su encaje... Podría empezar a versarte en bersos, como tantas noches hice, recorrer nuestros mundos inventados con poemas en las horas del insomnio cuando, el aliento del silencio, esbozaba, sobre el blanco del papel, tanto amor que se derramaba por el borde de las cuartillas para llegar a tus manos e impregnarte con sus fragancias y rimas. Podría escribirte tanto... mis recuerdos inventados de una vida no vivida y compartida, que las noches de Scheherezade, en las leyendas de Hazâr afsâna, serían un cuento de hadas...

Vuela mi loca imaginación y te pinta, niña de negros ojos, vestida de blanco organdí, revoloteando como tímida mariposa entre los parterres y acequias de Yannat al-Arif, en al-Ḥamrāʼ, aromada de fragancias de romero y arrayán, los labios de roja grana, arrullada por el susurro del agua en el Patio de la Acequia.

Te seguía, marinero perdido de ti, por el Ciprés de la Sultana, hasta la Escalera de agua, te atrapaba por la cintura en el Mirador de Orlando y, bajo el azul celeste que coronaba la Nevada Sierra, desbocaba mi fantasía en un beso de pasión sobre el carmesí de tus labios. Te transportaba a un tiempo mágico tantas veces recreado en estrofas y en poemas que llegaron a tus tibias manos... Cruel destino aquel en el que las almas abocadas a un amor nunca lo consumaron, tan sublime como inconfesable e inconsolable.

Imagino, mientras desgrano en mis locas fantasías estos trazos de tinta apenas ilegibles, que, cuando recibas estas líneas, escritas de tarde en tarde en respuesta a tus requiebros en las últimas epístolas, te estarás preguntando por qué quiero, en este ahora que te has ido, pintar tus ojos de recuerdos. Una y otra vez he dejado por el camino migajas, a modo de pistas, con la única esperanza de que sean engullidas por los hambrientos gorriones y no puedan mostrarme el camino de retorno. Las he ido desgajando con la esperanza de que tú las encontraras antes que ellos y, ¿por qué no...?, emprendieras un camino que te traiga, aunque solo sea un instante de tu ya eterno tiempo, hasta mi ya casi anciano y cansado corazón. El tiempo ya no perdona y, como decían los versos, que tantas madrugadas volaron a tus dedos, los pasos de ida son ya más cortos que los de vuelta:

 

Se escapan los días,

Marca el calendario sus fechas con hielo,

Con fuego en las aceras

Y ceniza en el alma,

Vuelve, ahora, el milagro del nacimiento de las rosas,

Aromas a misterio y a dudas de tinieblas,

Se escapan las horas

Y reemplaza a la luz un crepúsculo incierto,

Un denso lubricán de nieblas y sollozos

Que se escribe con versos de arena.

 

Recuerdo la escarcha de las mañanas de invierno, el frío espeso y, tras los cristales, los dedos ateridos dibujando un corazón en el vapor cálido de los labios que ansiaban besos... Besos que nunca llegaron dejando siempre los labios pendientes de lo imposible. Aquella imagen de niña, mujer en ciernes, por la Puerta de Bab al-Ramla, camino a ninguna parte, se convirtió, con el tiempo, en devoción a la que rezar y adorar, en la que creer hasta hacerla fe, tantas veces sin esperanza. No fue nunca el tiempo capaz de borrar tus ojos de mi memoria. Eran delirio en la negrura de aquellas noches de infierno arrebujado en la manta de aquel camastro del seminario. Mientras todos, postrados de bruces, oraban en silencio ante aquella virgen blanca, suplicándole perdones, yo elevaba a ti mis plegarias de adolescente, lujuriosas, rogándole, a un no sé qué misterioso dios, que te trajera a mis brazos, que me dejara apenas sentir tus manos, que en un arrebato impropio de locura inimaginable fuera tu cuerpo, desnudo, mi cuerpo ciego que gritaba enfebrecido en silencio cada noche y una a una. Eran aquellos tiempos de dolor, de un dolor infinito y placentero que se asentó en la memoria y se quedó para siempre. Siempre, el eterno y perpetuo siempre enmarcando los recuerdos. Tristes y locos recuerdos.

Crecimos en la distancia, tú en el olvido, yo en la presencia constante. Surcaron nuestros caminos un espacio diferente, Yo me fui, tú te quedaste. Descubrí el mundo y nada hallé en él que no fuera la fútil sensación de encontrarlo inacabado. Nunca nada satisfizo ya mis ansias insaciables. Bebí en todas las fuentes de la locura imaginable. Bajé mil veces a los infiernos acompañando a Dante en busca de Beatriz, mi Beatriz, y me arrastré por las cloacas del submundo, ebrio de la droga del amor, buscando siempre el olvido. Caminé descalzo por el filo del cuchillo sin saber nunca si la sangre brotaba de mi piel o de mi aliento. Recorrí los lupanares del sexo en busca de unos ojos que fueran, en demencia alucinógena, tus ojos, la calma a la desazón y el calor que en el alma nunca hallaba. Sentí el frío desgarrándome las venas, ansioso por encontrar la blanca paz que al camposanto otorga a los débiles de corazón. Es cruel vivir anclado a las sensaciones. Es cruel dar la vida a cada instante y que ansíes el reposo de la muerte en un momento. Es cruel querer morir viviendo y vivir siempre queriendo... o no morir intentándolo. Es cruel, pero, al fin y al cabo, te mantiene vivo. O eso crees.

Decirte ‘querida’ en este tiempo es revolver las palabras en las arenas del tiempo, conjugar todos los modos de ese verbo irrealizable, amar, salvo en estas letras extrañas, sueños, que te escribo en este trance.

Es la música que suena en esta cárcel bendita, por los muros de al-Ḥamrāʼ, mientras siento por mi cuerpo los espacios de tu cuerpo. Es lo sublime que envuelve en seda y transporta hasta los paraísos ocultos en los que las sensaciones más excelsas que brotan y quiebran la piel hacen daño en el espíritu, que se resiente y añora... Es lo divino al alcance de los dedos, rozando los labios y posado en los párpados que se entornan para filtrar la luz y que no interrumpa la sed intensa de las pasiones recónditas que afloran dispuestas a estallar y derrotar, destruir, el tedio que las mantiene ocultas en las entretelas profundas de la conciencia cohibida... Lo excelso, celestial, hecho humano, creado para el goce.

Muerdo en tus labios la fruta prohibida, grana de sangre, para libar tus jugos amargos, bálsamo y deleite para el desasosiego, ciego, que destroza los entresijos de los sueños. Me dejo ir, y hacer, en las palabras, navegando entre los oníricos aromas ardientes de las caléndulas que emergiendo desde el jardín de Yannat al-Arif, invadiendo nuestro espacio de efluvios amorosos y evocaciones, plegarias, a la diosa del amor insaciable. Nos devoramos en versos con la ansiedad que las fieras hambrientas devoran, nos robamos el aire y la sal de nuestras bocas voraces y palpamos con premura nuestros cuerpos con desesperadas caricias a las que el tiempo hurta la sed.

Este es el tiempo, esta carta, que dura nuestra ya eterna pasión en el fondo de una tarde, palpitando en cadencia las últimas notas de una música sublime capaz de quebrar el alma en pedazos lacerantes, como los vidrios rotos de un espejo, imposibles de recomponer, con cristales en las pestañas. Suena, contigo en lo eterno, el larguetto del Concierto para piano y orquesta número 2 en fa menor, Opus 21 de Frédéric Chopin. Es como un epitafio.

Decirte ‘querida’ en este tiempo, o ‘cómo estás’ en este ahora, es ahuecar, en estas letras, las palabras de su encaje... o morirse con los bersos en los labios y la palabra bendita, amor, en un susurro de hielo. Mientras acudo a buscarte a los infiernos de Dante...

Tuyo, ya, eternamente.

 

In Granada, AMDG, anno Domini FGL nativitas.

Luis María Compés Rebato
Luis María Compés Rebato

Diplomado en turismo, dedico en la actualidad mi actividad entorno a la cultura y, especialmente, a la literatura. Escritor, librero, gestor cultural y editor.

Comentarios

  • 2022-10-20

    Hola!!, me encanta tu forma de realizar el contenido, el mundo necesita mas gente como tu

Queremos saber de ti. Déjanos un comentario

Te avisaremos por email cuando el autor responda a tu comentario.

Subscríbete para no perderte nada.

No te preocupes no mandamos spam.

Síguenos en Facebook

¿Quieres Apuntarte?

Contacta con admisión y empieza tu andadura.